sábado, 29 de mayo de 2010

Bajo el movimiento bóveda de un rinconcito suerte,
pensarse entre los brazos tímidos de unos labios puros.
Pensar por ejemplo, que el amor deviene en secuenciales formas;
que se exhibe como una tormenta de quietudes ambiguas y
que la mañana incierta solloza risas alboradas que transfiguran alegrías en el rostro.
Pensar por ejemplo, que la luz deletrea los poros dormidos y
el olfato silencio de tu piel, que ni-mi-edad reconoce,
es un trazo líquido sobre nodos llantos y analogías serpentinas de saltos infantes;
de globos dulces, de golosinas andantes,
de paisajes inasibles y secretos disonantes.
Pensar sin ejemplo ni ejemplificados y juntar las manos,
ampliarse, dilatarse, extender los párpados, las venas, los latidos;
elevarse tantito al abismal abismo y entre redundantes vuelos callarse la palabra olvido
y adentrarse en el otro, piel adentro;
visceral, náufrago y navío .

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