Dos coplas de re#-soluciones simples, un árbol pariendo una nube, una nube a punta seca en la ventana, siete lunares de universos extendidos, un hombrecillo de tres milímetros de edad, la voz en off de un secreto no decible, la tercera cuerda de la guitarra, la hojita arabesca con diminutivos soles, el tri-ciclo de la luna, la luna y un pasaje sin retorno al desierto de tu cama.
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Perder la memoria en una ruleta de recintos sin nombre, temblar la tarde y habitar de tormenta el sueño. Dormitarse. Viajar a los suaves efluvios de oníricos relatos entre cálidas siluetas de vientre azul uterino. Des-hacerse sobre el río de cristales formas, confundirse con los espejos y silenciarse en un abrazo. Nacer.
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Recorrer a pie puntillas las soledades de tu piel, sin-estesia de relatos nombres. Nombrarse. Anestesiarse de olvido en los dinteles, cerrar la puerta, los costados. Cerrar los ojos, la garganta y violentar secreto la memoria. Gritarla. Sangrar hermético los silencios despedidas, transformar el llanto en siluetas de aire y dejar volar la esfera implume a sus feudales rostros.
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La lluvia artificial en la ventana, un pincel olvido enamorado de una cajita de música, la pequeña Lulú vestida de astronauta, las 7 monedas para transitar la tarde, el arbolito suicida, la palabra prohibida, el mar ajeno de charquitos flores y los preludios cantos de una voz perdida. Llueve.
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Una madre inflable de mirada audible, un recuerdo fotográfico, una alegría al sórdido acento de una cuartito pintado de blanco. Un abrazo de tu padre al terminar el juego, un beso de una mujer silencio y un cuadro de ajedrez para damas. Un osito de felpa que pronuncie tu nombre 4 veces al día, un libro con alta voz y una forma de quitarse los zapatos sin tocar el suelo. Volar.
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Enredarse en la arena de sutil lavanda, tener un botiquín de segundos auxilios y un directorio de canción desvelo. Un tinto de arabescos síntomas, una razón para cortarse las uñas y una bovedita de azules tierras entre almohadas brisas. Un mal chiste entre chistosos, un chistoso entre cómicos acómicos. ¡¿Albert?! Quiero un Fish a la batata. Sonreìr.
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Apagar el sol entre la noche, tomarle el pulso a una piedra y cortarse el pelo en capilar secuencia. Dejar morir el aire entre las manos en contracorriente brisa, sacar la lengua y sonreír d-espacio. Mirar con ante-ojos los ojos y verse pálpito, continuo, de televisión comedia y metal sonrisas. Continuar la esfera de fractal penumbra, disociar las formas, lo silente, lo sutil adagio lo diciente y hacerle el amor a una bailarina. (A-tempo). Entre bastidores cuerpos, pieles formas y pictóricas variables exhibirse en la sala de sus padres, disertar sobre el comportamiento de las hormigas en el África y el espacio tiempo de una pelota de tenis suspendida en el aire. Llorar la última lágrima, beberse el penúltimo trago, secarse por dentro, decir que fue lindo y despedirse. ¿Estás raro? Estoy. Tomarse la pastilla. Dormir.
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La colombina de parábola absurda entre los labios magentas de un Drug queen subordinado inglés, el serpentino disparate de una ilusión mujer con lluvias melodramas que divaga la tarde entre falos de Alejandría , la sonata improvisa de un extranjerismo extranjero y el equilibrio rosa de tres siluetas que no cesan de hablar murmuro de discursos política y circos de barrio. ¡¿Señora me vende una piel roja por favor?! Fumar, impregnar de Nico-Tania procesada el silencio inexorable de este adoquín suspendido sobre tiempos para-lelos y lelas. Hacerse el de la vista flaca, encender la luz, el escenario y dejar el obturador encendido.
